3 Defended al pobre y al huérfano: Haced justicia al afligido y al menesteroso.
26 Mi carne y mi corazón desfallecen: Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
10 Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso.
9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo.
29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
28 Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.
7 Echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros.
26 Y asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles.
15 Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
22 El corazón alegre produce buena disposición: Mas el espíritu triste seca los huesos.
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu á la verdad está presto, mas la carne enferma.
8 Abre tu boca por el mudo, En el juicio de todos los hijos de muerte.
7 Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de templanza.