11 De cierto os digo, que no se levantó entre los que nacen de mujeres otro mayor que Juan el Bautista; mas el que es muy más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.
12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan.
18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial: al cual sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.
5 Hermanos míos amados, oid: ¿No ha elegido Dios los pobres de este mundo, ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido á los que le aman?
19 De manera que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare á los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos: mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
20 Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
14 Y Jesús dijo: Dejad á los niños, y no les impidáis de venir á mí; porque de los tales es el reino de los cielos.
23 Entonces Jesús dijo á sus discípulos: De cierto os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.
24 Mas os digo, que más liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
25 Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo?
26 Y mirándo los Jesús, les dijo: Para con los hombres imposible es esto; mas para con Dios todo es posible.
9 Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
28 Así que, tomando el reino inmóvil, vamos á Dios agradándole con temor y reverencia;
29 Porque nuestro Dios es fuego consumidor.
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
11 La gloria de tu reino digan, Y hablen de tu fortaleza;
12 Para notificar á los hijos de los hombre sus valentías, Y la gloria de la magnificencia de su reino.
13 Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en toda generación y generación.
11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, é Isaac, y Jacob, en el reino de los cielos:
24 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo:
25 Mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fué.
26 Y como la hierba salió é hizo fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿de dónde, pues, tiene cizaña?
28 Y él les dijo: Un hombre enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?
29 Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré á los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.
31 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que tomándolo alguno lo sembró en su campo:
32 El cual á la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
47 Asimismo el reino de los cielos es semejante á la red, que echada en la mar, coge de todas suertes de peces:
48 La cual estando llena, la sacaron á la orilla; y sentados, cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera.
49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán á los malos de entre los justos,
50 Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante á la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudo.
1 Y EN aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
2 Y diciendo: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.
10 Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
11 Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
32 No temáis, manada pequeña; porque al Padre ha placido daros el reino.
3 Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos.
7 Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán á Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo.
12 Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron á los profetas que fueron antes de vosotros.
17 Desde entonces comenzó Jesús á predicar, y á decir: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.
5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, ó inmundo, ó avaro, que es servidor de ídolos, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
44 Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
45 También el reino de los cielos es semejante al hombre tratante, que busca buenas perlas;
46 Que hallando una preciosa perla, fué y vendió todo lo que tenía, y la compró.
1 EN aquel tiempo se llegaron los discípulos á Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
2 Y llamando Jesús á un niño, le puso en medio de ellos,
3 Y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4 Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos.
18 Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
19 Y á ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
18 Después tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos.
36 Entonces, despedidas las gentes, Jesús se vino á casa; y llegándose á él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
37 Y respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre;
38 Y el campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;
39 Y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40 De manera que como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en el fin de este siglo.
41 Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y los que hacen iniquidad,
42 Y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para oir, oiga.