3 He aquí, heredad del SEÑOR son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.
4 Como saetas en mano del valiente, así son los hijos mancebos.
5 Dichoso el varón que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y como aún estuviese lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y delante de ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Mas el padre dijo a sus siervos: Sacad el principal vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y zapatos en sus pies.
23 Y traed el becerro grueso, y matadlo, y comamos, y hagamos banquete;
24 El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo.
13 Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos.
15 Y si mal os parece servir al SEÑOR, escogeos hoy a quién sirváis; o a los dioses a quien sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis; que yo y mi casa serviremos al SEÑOR.
12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean alargados sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te da.
24 Mucho se alegrará el padre del justo; y el que engendró sabio se gozará con él.
6 Instruye al niño en su carrera; aun cuando fuere viejo no se apartará de ella.
7 El justo que camina en su integridad, bienaventurados serán sus hijos después de él.
26 En el temor del SEÑOR está la fuerte confianza; y allí sus hijos tendrán esperanza.