7 No seas sabio en tu propia opinión; teme al SEÑOR, y apártate del mal;
8 porque será medicina a tu ombligo, y tuétano a tus huesos.
10 Quita pues la tristeza de tu corazón, y aparta el mal de tu carne; porque la niñez y la juventud son vanidad.
8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que seas sano, así como tu alma está en prosperidad.
24 Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina a los huesos.
25 Mas al SEÑOR vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.
12 Mas oyéndolo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, (el cual está) en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
20 Porque comprados sois por (gran) precio; glorificad, pues, (y traed) a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
12 La esperanza que se prolonga, es tormento del corazón; mas árbol de vida es el deseo cumplido.
22 El corazón alegre hará bien como una medicina; mas el espíritu triste seca los huesos.
8 Porque el ejercicio corporal es provechoso para un poco; mas la piedad a todo aprovecha, porque tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.
3 El que sana a los quebrantados de corazón, y el que liga sus heridas.